El ogro rojo
Enunciado
El ogro rojo
En lo alto de una vieja montaña de China, habitaba un ogro rojo de gran tamaño, a quien todos temían por su intimidante aspecto. Los niños a menudo hacían bromas sobre que el ogro bajaría a incendiar las casas y las madres los amenazaban, diciéndoles que los devoraría si no se portaban bien.
Todo esto afectaba mucho al pobre ogro, quien en el fondo era bueno y gentil, y tenía mucha necesidad de tener amigos. Así que tuvo una idea para limpiar su reputación ante las personas.
Puso un cartel fuera de su casa en el que escribió: NO TENGAN MIEDO, SOY INOFENSIVO.
Pero mientras estaba poniéndolo, unos niños lo vieron y echaron a correr, aterrorizados por su aspecto. El ogro se puso muy triste.
- ¡Qué injusto!-, dijo llorando - ¿Por qué piensan que soy malo si ni siquiera me conocen?
En ese momento, un ogro azul que pasaba cerca de su casa lo escuchó llorar y se asomó a la ventana.
- ¿Qué te pasa, amigo? -, le preguntó - ¿Por qué estás tan triste?
El ogro rojo le contó lo que le sucedía y después de mucho pensarlo, el ogro azul le propuso una idea: él bajaría al pueblo y fingiría ser malo para que tuvieran una pelea, en la que el ogro rojo lo vencería y quedaría como un héroe ante la gente.
- ¡Pero yo nunca le he pegado a nadie! -, dijo el ogro rojo, preocupado.
- No te preocupes, será pura actuación. Tú confía en mí.
Así lo acordaron. A la mañana siguiente, el ogro azul fue al pueblo y se puso a vociferar, asustando a todas las personas y provocando que se encerraran en sus casas, llenas de miedo. Fue en ese instante que el ogro rojo bajó de su montaña y fingió pelear con el otro.
- ¡Ah, con que tú eres quien está molestando a esta pobre gente! -, exclamaba, falsamente enojado, - ahora verás la paliza que te voy a dar, ¡para que no se te ocurra volver a importunarlos!
Y los dos ogros se enzarzaron en una pelea que, aunque era falsa, llamó la atención de los pobladores que miraban desde sus ventanas.
El ogro azul vio esto y le hizo un guiño con el ojo a su amigo.
- ¡Ten piedad de mí! -, le suplicó. - Me voy, pero ya no me lastimes.
- Está bien -, dijo el ogro rojo, - te voy a dejar, ir con la condición de que nunca vuelvas a querer hacerle daño a nadie de por aquí.
El ogro azul se marchó, fingiendo estar lastimado, y la gente salió de sus casas para agradecerle al ogro rojo, que por primera vez en su vida se sintió realmente aceptado. Cuando más tarde quiso buscar a su compañero para agradecerle su ayuda, encontró que este solo le había dejado una nota, deseándole que fuera feliz.
Entonces entendió que siempre había contado con un amigo de verdad.
Las personas del pueblo aprendieron también que las apariencias engañaban: a veces, algo que se veía realmente aterrador, ocultaba las más bellas sorpresas en su interior.
David Mendez Prieto, Cuentos de miedo para niños.
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