El fantasma de Canterville

Sólo la contradictoria personalidad e Oscar Wilde puede explicar que un hombre que convirtió la literatura (y aun su propia vida) en un juego, escribiera relatos tan entrañables y tan impregnados de valores morales. No otro es el poso dejado en nuestro espíritu cuando nos compadecemos del fantasma de Canterville, ese impenitente soñador y el artista al que una sociedad incrédula y pragmática escarnece sin piedad, o cuando nos mofamos de la ridícula vanidad del cohete estirado y brillante, pero fuego de artificio al fin; Wilde pulsa también nuestra fibra sensible al hacernos partícipes del amor “más allá de la muerte” de la golondrina y su Príncipe Feliz, o al provocar nuestra indignación ante la hipocresía del falso amigo. En todos los cuentos de este libro, en suma, reluce la máxima de Wilde: “Hoy en día la gente sabe el precio de todas las cosas, pero ignora su verdadero valor”. El profundo valor humano de sus relatos y el lirismo de su exquisita prosa no escaparán, a buen seguro, al atengo lector.